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“Tenía opción de ir a lamerme las heridas o tratar de luchar”

Para Mati y Jimena, un abrazo muy fuerte y solidario por la partida de Alejandro

El día de ayer falleció Alejandro Martí, fundador de Deportes Martí y presidente del colectivo México S.O.S. Martí fue un hombre que luchó incansablemente para hacer justicia por el secuestro y asesinato de su hijo Fernando, pero también exigió esa justicia para las otras víctimas, un hombre que luchó contra la inseguridad en el país.

Todos recordamos su famosa frase: “Si no pueden, renuncien”. ¿Quién era Alejandro Martí en lo personal? Él mismo nos lo contó hace unos años.

¿Cómo era el niño Alejandro Martí?

Travieso como pocos, me corrieron de dos o tres escuelas. Tengo una anécdota preciosa, me expulsaron en quinto de primaria del Moderno Americano y años después, mi hija Jimena se recibió en ese colegio con el promedio más alto que ha tenido una mujer en toda su historia.

Desde chiquito traías el comercio en la sangre.

Desde chico, y quizá de joven también, me di cuenta de que la realidad en esa época te obligaba a trabajar inmediatamente; el objetivo de cualquier mexicano en aquel entonces era empezar a producir. Yo estudié administración de empresas.

Platícame de tus papás

Eran comerciantes, mi papá siempre decía que era comerciante en pequeño. Teníamos una tienda en Venustiano Carranza, en el Centro, muy buena tienda. Yo tenía 19 años y me encantaba, te quiero ser franco, el comercio, la industria, los clubes deportivos.

¿Cuál fue tu primer negocio?

Mi primer negocio informal, de chico, fue comprar coches viejos, armarlos y arreglarlos, me acuerdo perfectamente que el primero que compré fue un Ford 1929, lo adquirí en Cuernavaca.

Te gusta mucho el deporte y has hecho tiendas y deportivos.

Martí ya existía desde hacía muchísimos años, lo inició mi abuelo y lo siguió mi papá, un hombre al que no le gustaba el comercio; él era de naturaleza diplomático, hablaba cuatro idiomas, andaba todo el día viajando, no le gustaba mucho el negocio, y quizá eso me motivó a interesarme en el negocio. Él se fue separando, porque me decía: “Yo no quiero crecer, el que mucho abarca poco aprieta”, y así eran estas costumbres.

¿Y los gimnasios?

Los gimnasios nacieron un día, recuerdo perfecto. Mati, mi esposa, iba a un gimnasito en el Pedregal, y me insistía mucho en que hiciera pesas; a mí no me gustaba, me iba a montar a caballo, me gustaban otro tipo de deportes, jugué muchísimo tenis, y un día me invita y empiezo a hacer ejercicio. Veía que los equipos estaban hechos ahí en taller, no había baños muy bien puestos y entonces me salí muy enojado y le dije a Mati: “Un día te voy a enseñar a hacer un club”. Pasaron los años y me quedé con esa idea. De repente, en una empresa inmobiliaria que tenía, nos ofrecieron la fábrica de techos Eureka, precisamente la que está ahora con Costco, Martí y Sport City, nadie la quería porque le faltaba un puente que hiciera la vialidad correcta de norte a sur y de sur a norte. Me acuerdo que se iba a vencer el plazo para seguirla manejando y dije: “voy a verla”, la visité, era una bodega de estas enormes y dije: “aquí nos queda un gimnasio precioso”. Y ahí quedó un gran Sport City y un gran Martí.

Mati, quien fue tu novia desde la adolescencia, y tus hijos chiquitos inauguran el lugar.

Con Jimena y Alejandrito, me acuerdo que él inauguró esa tienda y fue el ticket número uno; pero lo más importante es que hicimos la primera tienda de deportes de mil 400 metros cuadrados, con un gimnasio de cinco mil metros cuadrados, con la pista de correr por arriba del gimnasio y que entraba por la tienda. Para mí, en ese momento, era el non plus ultra en México, era un gigante; mucha gente le tenía muchísimo miedo a un concepto tan grande, ese Sport City fue uno de los mayores éxitos que tuvimos, vendimos el 60 por ciento de la ocupación del gimnasio antes de abrir.

Y años después se da este terrible hecho que te cambia la vida, el secuestro de Fernando.

Circunstancias de la vida. Trabajé de sol a sol muchísimos años para formar un patrimonio, quizá un poco en la cúspide de mis negocios en los clubes, todo esto que requería grandes cantidades de dinero para seguir creciendo, porque casi todas las empresas requieren de capital o capitalizarse para seguir creciendo. Decidí quedarme con una participación menor para dejar que el negocio se desarrollara. Entonces teníamos como cinco mil o seis mil personas, siempre mi ilusión fue que esto creciera enormemente, tuve la suerte de encontrar a Alfredo Harp, hicimos una estrategia de unión para crecer el negocio, él es amante del deporte, tiene muchos equipos, hacíamos mucha sinergia juntos. Y llega el  día del secuestro que fue espantoso. Yo estaba tomando el avión con Mati para ir a recoger a mi hijo Alejandrito, que terminaba clases en un internado militar. Estando en el avión me hablaron que habían secuestrado a Fernando. A partir de ahí fue una tragedia, estuvimos en la casa muchas semanas luchando con un pelado del otro lado, una gente verdaderamente agresiva, muy difícil, con la cual no podías hablar, seguía las instrucciones de los expertos porque no puedes hacer nada, cuando está en juego la vida de tu hijo no quieres tomar decisiones, sino con la gente que sabe. Tenía en la casa a expertos que habían manejado esto y finalmente conoces la historia.

Además de todo sí pagaron el rescate. Y aún pagando, acaban con la vida de Fernando. ¿Cómo es la vida después?

Una vez que esto sucedió, no sé si por azares del destino, tenía la opción de irme a lamerme las heridas como un perro golpeado, lastimado, o afrontar las cosas y tratar de luchar por esta situación. Todo se define el día en que, después de que el Presidente Calderón va a la misa de difuntos de mi hijito, yo estaba desesperado, y finalmente me invitan al Consejo Nacional de Seguridad a hablar y, yo creo que ahí se define el futuro de mi vida.

Es cuando dices esta frase famosísima: “Si no pueden, renuncien”, y te das cuenta de que realmente Alejandro Martí tiene un peso en la sociedad civil, que puede hacer contrapunto para exigirle al Gobierno resultados.

Sí. Iba deshecho, me sentía muy mal, pensé que iba a pasar al principio, que iba a decir unas palabras y me iba a ir; conforme pasaba el tiempo observaba: estaba del lado del público y veía que todo el mundo hablaba y usaba un apunte y hablaban, como no me pasaban, pensaba: ‘Qué bueno que no me pasaron, porque no tengo nada preparado, vengo con mucho coraje, pero no tengo nada preparado, creo que es una estupidez que me pare ahí’, porque estaba el Estado en pleno, atrás de mí estaban todos los líderes de la sociedad… y de repente llega alguien de Presidencia y me dice: ‘Licenciado Martí, véngase’, entonces me sienta, estaba justamente el doctor Soberanes al lado mío, y dije: ‘Híjoles, mano, ¿qué digo?’. En ese momento me llega una inspiración y dice: ‘No necesitas nada más que ver a cada uno de los que están aquí enfrente y te va a salir el discurso’, estaban gobernadores, el secretario de Seguridad Pública, y dije: ‘Que más quieres como guía, en vez de tener un papel’.

Lo que sale del corazón…

Y tener las caras de cada uno, porque el Estado, finalmente, ha sido culpable de lo que nos ha pasado; el Estado, que somos nosotros mismos, porque son ciudadanos en el poder, igual que nosotros somos ciudadanos viviendo y haciendo por el país.

Preguntas cortas, respuestas cortas

¿Cuál es tu libro favorito?

En media hora la muerte.

¿Tu música?

Cuando estoy un poco deprimido me encanta la ópera, pero la verdad me encanta la balada mexicana y los tríos.

¿Tu serie favorita de televisión?

Ahorita estoy viendo El Señor de los Cielos, créeme que estoy impresionado de lo que pueden hacer en una serie de 69 capítulos, te los puedes comer en un mes y nunca perder el interés.

¿El día más feliz de tu vida?

Cuando nacieron mis hijos.

¿El más triste?

El día que murió mi hijo.

Complétame esta frase: Alejandro Martí es…

Un optimista consumado, soy un hombre obsesivo por hacer las cosas bien y, a pesar de que el país y el Estado me quitó un hijo, por la indolencia, la corrupción y la impunidad, que es lo más importante… amo a mi país.