Trump, fuga hacia el infinito
Donald Trump ha tenido una semana de locos. En unas horas sus abogados se encontraron con la demanda de la actriz porno Stormy Daniels, que quiere anular el acuerdo de confidencialidad que firmó durante la campaña electoral, para revelar toda la información de la relación que mantuvo con Trump durante más de un año.
Para más similitudes con el caso Lewinsky, Daniels también tiene un vestido, en su caso dorado — en el de Lewinsky, era azul—, que puede aportar como prueba para detectar ADN de Trump.
La historia puede ser una bomba de tiempo en la Casa Blanca, porque Trump puede ser acusado de haber utilizado fondos de campaña para comprar el silencio de Stormy, quien parece estar dispuesta a llegar a donde sea para contar su historia. El conflicto generado con la esposa de Trump, Melania, por ese testimonio, para todos los observadores es ya una realidad.
Pero no comenzaba este conflicto cuando Trump ya había aceptado la renuncia (en realidad, un despido simulado) de su principal consejero económico, Gary Cohn, en desacuerdo con los aranceles al acero y al aluminio. Ayer se supo que quien lo reemplazará será un comentarista de televisión, Larry Kudlow, sin mayor experiencia en ese ámbito, fuera de la conducción de un programa de televisión y una lejana labor de asesor del expresidente Ronald Reagan.
Pero antes de nombrar a Kudlow, Trump ya había corrido desde su cuenta de Twitter, al secretario de Estado, Rex Tillerson, con quien mantenía diferencias desde hace meses; tantas, que Tillerson había dicho en una reunión, que su jefe era un “estúpido”. Pero la violencia de Trump contra Tillerson fue inaudita: el secretario de Estado, que estaba de gira por África, ni siquiera fue informado con anterioridad por el presidente; se enteró por las redes sociales. Trump habló con él dos horas después de que había hecho el anuncio. A Tillerson no lo dejaron ni recoger sus cosas de las oficinas del Departamento de Estado.
En un improvisado discurso de despedida, Tillerson ni siquiera le agradeció Trump haberlo designado en esa posición. El segundo de Tillerson, que difundió un comunicado aceptando que su jefe no había sido informado de su cese, lo corrieron en cuanto se divulgó esa información.
En lugar del exdirector de Exxon, llegó al Departamento de Estado quien era, hasta ahora, el director de la CIA, Mike Pompeo, un personaje de la ultraderecha, sin experiencia internacional, más allá de una corta carrera legislativa afín al Tea Party. Trump dice que se siente a gusto con las opiniones de Pompeo.
En la CIA nombró a una mujer (la primera en la historia de la Central de Inteligencia), especialista en operaciones encubiertas, Gina Haspel, acusada de haber dirigido un centro de torturas en Tailandia después del 11-S y de haber destruido la información que la relacionaba con ese centro clandestino.
Con el nombramiento de Pompeo en los medios (tanto Pompeo como Haspel deben ser ratificados por el Congreso), Trump se fue a San Diego a revisar los prototipos de los muros que propone construir en la frontera.
Ahí dio un extraño discurso, donde dijo que tenían que ser muros altos, porque los mexicanos eran “expertos escaladores” (en realidad, los cruces ilegales más importantes en la frontera son a través de túneles), señaló que el Presidente Peña era “un buen tipo” y un buen negociador; aseguró que en las elecciones mexicanas había buenos candidatos y otros no tanto, pero no dio nombres; y terminó asegurando, en un giro que llamó la atención, que el muro se pagaría solo. Llegando a Washington oficializó el nombramiento de Ludlow, un nacionalista económico antiglobalización.
Todo en apenas cuatro días de la semana, mientras el establishment de Washington se desespera cada día, adivinando qué se le ocurrirá a la mañana siguiente a su presidente.
Frentes abiertos
La ratificación en el Senado estadounidense de los candidatos del presidente de Estados Unidos, un secretario de Estado y director de la CIA, se prevé que no sea ta sencilla.
Al despedir al secretario de Estado, Rex Tillerson, a través de un tuit (foto1), Trump desencadena una lucha por la confirmación de un sucesor, que se librará antes de las elecciones intermedias legislativas, mismas que decidirán qué partido controla el Congreso.
Se espera que se pregunte a Mike Pompeo, director de la CIA y el hombre elegido por Trump para sustituir a Tillerson, por su lealtad hacia éste y su postura acerca de Rusia.
Y la candidata de Trump para suceder a Pompeo en la CIA, Gina Haspel, probablemente enfrentará preguntas en torno a su papel en el programa de interrogatorios de la Agencia de Inteligencia.
Pero no es el único frente abierto. El martes, al revisar los prototipos de muro en San Diego, California (foto 2), el magnate estadounidense arremetió contra las políticas de protección de California para los migrantes.
“Las políticas ‘santuario’ de California son ilegales e inconstitucionales y ponen en riesgo la seguridad de toda nuestra nación”, dijo en un mensaje publicado en Twitter.
Agregó: “Miles de criminales extranjeros, peligrosos y violentos, son liberados como resultado de políticas de santuario; liberados para cazar a estadunidenses inocentes. ¡Esto debe detenerse!”, tuiteó.
El gobierno de Trump mantiene alta tensión con el estado de California, especialmente en asuntos migratorios, pues el fiscal general, Jeff Sessions, ha acusado a ese estado de obstruir deliberadamente la aplicación de leyes federales al ofrecer protección a los inmigrantes indocumentados.