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Un Nobel @MeToo

El abuso contra las mujeres y la violencia sexual ha sido recurrente en muchos lugares del mundo. El Premio Nobel de la Paz este año es para dos personajes que han trabajado incansablemente por los derechos de estas mujeres, incluso arriesgando su propia vida.

 

Nadia Murad, activista de derechos humanos, además de dedicar su vida a defender y ayudar la de otros, ha pasado por una verdadera pesadilla.

Murad, quien ha dedicado su trabajo a la defensa de la minoría yazidí en Irak, ha tenido una trágica vida de terror. El 3 de agosto de 2014, huestes del autodenominado Estado Islámico irrumpieron en Kocho, un pueblo de campesinos y pastores yazidíes.

Doce días después, cientos de hombres fueron ejecutados a sangre fría, mientras las mujeres, entre ellas Nadia, fueron llevadas por la fuerza a Mosul, entonces capital del Estado Islámico en Irak, y convertidas en esclavas sexuales de los yihadistas. “Nos compraban y vendían. Nos trataban de una manera salvaje. Yo fui propiedad de un iraquí, un sirio, un tunecino y un saudí. Todos, sin excepción, me violaron”, relató.

Cuando Nadia pensaba en escapar, su verdugo le recordaba: “Ya no eres virgen. Eres musulmana. Tu familia te matará. Ya no tienes nada”.

Lo cierto es que lejos de los códigos sociales que obligan a las mujeres a permanecer mudas y avergonzadas por los abusos que padecieron, Nadia jamás aceptó el destino que quebró para siempre la relativa paz de Kocho.

Finalmente reunió el valor suficiente para huir de sus verdugos; vagó durante horas por Mosul, hasta que encontró a una familia musulmana que le dio cobijo y le proporcionó un carnet de identidad falso que le permitió llegar hasta el Kurdistán iraquí. Tras enterarse de la muerte de seis de sus hermanos y de su madre tomó contacto con una organización de ayuda a los yazidíes, que le permitió reunirse con su hermana en Alemania.

Desde entonces, Nadia Murad, de 25 años, se dedicó a combatir y denunciar las atrocidades cometidas contra su pueblo, para que los países europeos acojan a los desplazados yazidíes y se reconozcan como genocidio las persecuciones cometidas por el grupo yihadista Estado Islámico.

Ella hizo un llamado para que los líderes mundiales traduzcan la empatía hacia las víctimas en una acción contra los agresores: “Niñas jóvenes, en su plenitud de vida, son vendidas, compradas, detenidas y violadas todos los días. Es inconcebible que la conciencia de los líderes de 195 países alrededor del mundo no se movilice para liberar a estas niñas”.

Murad fue nombrada embajadora de buena voluntad de la ONU y lucha a favor de la protección de las víctimas del tráfico de personas.

Nadia compartió el Premio Nobel de la Paz 2018 con otro personaje extraordinario: el médico congoleño Denis Mukwege, quien ha hecho también una labor incansable para centrar la atención y combatir los crímenes de guerra.

Mukwege dirige, desde 1999, el Hospital Panzi, ubicado en la ciudad de Bukavu, en República Democrática del Congo.

El Hospital Panzi se especializa en el tratamiento de mujeres que han sufrido violencia sexual por las fuerzas rebeldes en diversos conflictos desarrollados en el país. El Este de la República Democrática del Congo ha sufrido más de dos décadas de conflicto, con numerosos grupos armados luchando por el control de los ricos yacimientos de oro y otros minerales preciosos de la región.

Denis Mukwege, ginecólogo, es conocido como el “doctor milagro” por su capacidad para reparar, mediante la cirugía reconstructiva, el daño infligido a las mujeres que han sido violadas.

Actualmente, el Hospital Panzi atiende a más de 3 mil 500 mujeres al año, donde, en ocasiones, Mukwege llega a realizar hasta 10 operaciones por día.

Pero el trabajo de Mukwege no ha sido fácil. En septiembre de 2012, en un discurso ante la ONU, criticó al gobierno del presidente Joseph Kabila y a otros países, por no hacer lo suficiente para detener “una guerra injusta que ha utilizado la violencia contra las mujeres y la violación como estrategia de combate”.

Al siguiente mes fue atacado por hombres armados que irrumpieron en su casa y retuvieron a sus hijas como rehenes. Tras los hechos tuvo que huir con su familia a Suecia y luego a Bélgica.

Regresó a su hogar en 2013, luego de que mujeres locales realizaran una campaña para recaudar fondos y pagar su boleto de regreso. Ahora, el doctor vive bajo la protección permanente de las fuerzas de paz de la ONU en su hospital.

En su discurso, Mukwege criticó a la comunidad internacional por permitir que los congoleses fueran humillados, abusados y masacrados durante más de dos décadas: “Hago un llamado a los Estados para apoyar la iniciativa de crear un fondo global para indemnizar a las víctimas de violencia sexual en conflictos armados”.

Por supuesto que el movimiento MeToo ha tenido una enorme repercusión mediática; muchas mujeres han sufrido acoso y es indignante; pero lo cierto es que las mujeres que viven en países más pobres de África, Asia, Medio Oriente y América Latina sufren de una violencia inimaginable en el mundo de Hollywood. El Nobel en esta ocasión intenta que tomemos conciencia de ello y que esas mujeres, las más vulnerables de todas, también sean volteadas a ver.

Por el fin de la violencia sexual

 

El Comité del Premio Nobel decidió este año centrar la atención en la violencia sexual contra las mujeres de todo el mundo, por lo que determinó otorgar el premio de la Paz a la iraquí Nadia Murad (primera imagen) y al congoleño Denis Mukwege (segunda foto), por sus esfuerzos para acabar con el uso de este delito como arma de guerra y en conflictos armados.

De esta manera, suceden en el palmarés del reconocimiento a la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), galardonada el año pasado por alertar sobre las consecuencias del uso de esos arsenales e impulsar un acuerdo para prohibirlos.

“Ambos laureados han hecho una contribución crucial para centrar la atención y combatir estos crímenes de guerra. El premio nos obliga a estar al lado de ellos en la lucha para poner fin a la violencia sexual en tiempos de guerra”, afirmó la institución en un comunicado. Ambos compartirán los 9 millones de coronas noruegas (1.02 millones de dólares) con que está dotado el premio, al igual que el resto de los Nobel.

En su discurso, Mukwege dijo que los países se pronuncian contra los “líderes que han sido tolerados, o peor, se ha utilizado la violencia sexual para hacerse con el poder. Mi país está siendo saqueado sistemáticamente con la complicidad de personas que dicen ser nuestros líderes. Hacernos de la vista gorda a esta tragedia es ser cómplice”.

 

A su vez, Murad expresó: “Sigue siendo un hecho que el único premio en el mundo que puede restaurar nuestra dignidad es la justicia y el enjuiciamiento de los criminales”.